miércoles, 31 de octubre de 2018

Las mujeres que dicen: "Es que ya no me besas como antes"

Durante mi vida he conocido algunas mujeres que, al fin de algunos meses de relación, culminan justo en el mismo lugar, preguntándome la misma cosa, ¿por qué ya no me besas como antes?

No es fácil responder con la verdad, porque en tal caso se pone en riesgo la relación. Ustedes objetarán: Pero si claramente esas relaciones ya no te interesan, ¿qué importa poner en riesgo nada? ¡Y sí, tendrían ustedes toda la razón si no fuera porque no la tienen!

Soy de la opinión de que nunca hay que romper absolutamente una relación, ya que nadie sabe qué nos depare el futuro. Siempre se necesitan a las personas, y lo mejor es dejar las puertas abiertas por si algo se ofrece. Espero ustedes me entiendan, no quiero dar a entender nada desgraciadamente egoísta. Ahora, no se dejan las puertas abiertas rompiéndoles el corazón a las mujeres. Así que en muchos casos, y quizá en la mayoría, lo mejor es hablar, por supuesto, pero atenuando las cosas, con cuidado.

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¿Y qué hay que decir con tacto? Pues la verdad, a saber, que tu cara y cuerpo me han hastiado ya, que tus ojos brillantes me parecen ahora tan secos como los de los que no viven. Que desde hace tiempo que no llego a tu casa con la prisa que antes tenía porque ha dejado de salir el sol que antes te iluminaba frente a mis ojos. Que ya no tengo capacidad de ver en ti lo mejor y más bueno, sino, y en contra de mi voluntad, sólo observo tus defectos y sobretodo mi cansancio de ti reflejado en tu persona.

El problema aquí no es tener esa clase de sentimientos sobre el objeto que antes fue de nuestro amor, ya que claramente todo mundo tiene derecho de aburrirse de su mujer, o de cualquiera que sea el objeto amoroso. El problema, digo, es que esto pase todo el tiempo como si uno estuviera maldito y buscara el amor como quien itenta llenar de agua una criba.

En este contexto, o bien nos resignamos a saltar de una mujer a otra, como chapulines, o bien nos quedamos con una, pero le somos infieles. En cualquier caso, con estas alternativas es claro que  Dios se ha vengado de nosotros por obligarnos a intentar llenar un pozo sin fondo, tal cual sucede con el hambre, que podemos apaciguarla momentáneamente pero sin matarla, porque es como una muerta que se levanta de su cama todas las mañanas dentro de nuestro estómago y nos grita por su comida mientras nos tuerce la barriga.

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Con la sed es lo mismo, con el placer, con la vida..., con todo. Benditos los que son pobres, los feos y los que no tienen nada, porque ellos están obligados a conformarse con una mujer, con poco dinero y con la nada que les ha concedido el destino.

Nuestra condición humana es tal y tan extraña, que nuestras necesidades son al mismo tiempo causa de placer y de sufrimiento. Del placer de saltar de mujer en mujer, del placer de alimentar nuestra barriga todos los días con las cosas deliciosas que encontramos en nuestros refrigeradores..., pero, y al mismo tiempo, de vernos a nosotros mismos como bestias que pagan un pecado de una vida pasada, condenados a llenar nuestro estómago sin fondo, nuestras necesidades que nunca se ven satisfechas, hagamos lo que hagamos.

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