domingo, 31 de diciembre de 2017

El mal no existe y es más bueno que malo

Hubo un tiempo en que el pensamiento religioso estaba metido en todo, al grado en que tenía ingerencia en los gobiernos de los países, y sobre todo en la mente de las personas. Esa época la conocemos como Edad Media, y el movimiento filosófico que emergió de ella, digamos, se llamó Escolástica.

En esos tiempos, el pensamiento religioso hacía todo con tal de demostrar la existencia de Dios y probar su perfección a como diera lugar. ¿Cómo conciliar entonces el mal con la creación divina, tan llena de bondad y perfección dada la calidad extraordinaria de su Creador?

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Como buenos defensores y custodios de la religión y de Dios, los escolásticos llegaron a las siguientes conclusiones:
  1. El mal no existe, y
  2. Lo que conocemos como mal es ocasión del bien.
¡Pro pudor!1, como decían los romanos. Pero veamos en qué sentido la escuela2 afirmaba tales cosas:
  1. El mal no existe puesto que no tiene ser en sí mismo, tal como sí lo tiene una manzana o una pelota, que una y otra sí son algo. El mal era, por el contrario, una carencia del bien, y como tal, no tenía ser. Es decir, no era algo, sino la carencia de algo.
  2. El mal como ocasión del bien se entendía en el sentido de que los vicios de los hombres son causa indirecta de cosas buenas: los borrachos que pierden su humanidad en el alcohol alientan la industria vitivinícola y cervecera, y con las ventas obtenidas no sólo la industria crece sino el erario público mediante los impuestos a dicho comercio, y con ello el Estado tiene mejores reservas para construir escuelas y servicios a la población. El vicio de los borrachos, sin querer, promueve la salud pública. Y justo lo mismo se dice de quienes frecuentan prostíbulos, de quienes se drogran, de quienes compran armas para matar a sus hermanos, etcétera, etcétera.
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El problema con estas cosas sostenidas por los escolásticos, es que:

  1. Tal pareciera que la escolástica intentaba minimizar la presencia del mal en el mundo argumentando su falta de ser. Pero aunque el mal en verdad no sea otra cosa que carencia del bien, no por ello deja de ser algo terrible, seco y muerto que mata, hiere y sangra; y que independientemente que tenga o no tenga ser, el mal sigue siendo justo la misma cosa en su calidad negativa.
  2. Aunque siempre fuera cierto que el mal es ocasión del bien (cosa que habría que demostrar), lo cierto es que muchas de las cosas malas que nos suceden en este mundo no son buenas para quienes las sufren (pongamos por caso a personas de bien que son asesinadas). En estos casos, el bien que pudiera derivar del asesinato podría quizá mostrarse en otras personas o en futuras generaciones, pero definitivamente no en la víctima muerta. Y dadas estas circunstancias, hemos de concluir que en el mejor de los casos el mal no está aquí para devenir siempre en cosas buenas sino sólo en ocasiones. Y en las ocasiones en que no, tendremos que bajar la mirada y pensar que Dios puso al mal en el mundo para otra cosa distinta que hacernos a todos felices y mejores personas.





1 Significa: ¡qué desvergüenza!
2 Escolástica viene del griego σχολαστικός que significa: aquel que pertenece a la escuela.

domingo, 24 de diciembre de 2017

El hombre mejor que Dios

Siempre he tenido un organismo que sin importar lo que le dé de comer, quema grasa y calorías tan eficazmente como si fuera una máquina nueva recién aceitada. Mi organismo no engorda nunca e incluso quema calorías estando sentado o acostado. Otras personas no pueden decir lo mismo, que no metabolizan su grasa y calorías pero ni corriendo 3 maratones al día. Los seres humanos como yo, evidentemente, no tienen ningún mérito por ser delgados: si somos así no es gracias a seguir un régimen alimenticio tal que nos lleve a la consecuencia feliz de un cuerpo sano y grácil, sino simplemente a que así somos.

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Uno siempre se maravilla de que haya personas tan desenvueltas frente a una cámara fotográfica o delante de un micrófono, que no hacemos más que halagarlas por ello. Les hacemos apología porque nosotros, por el contrario, somos bastante torpes para hacer lo mismo.

Pero, un momento, ¿por qué halagamos a una persona por ser como es si lo que es no es producto de ningún esfuerzo? Si una mujer es hermosa de nacimiento, ella goza de una belleza que no es consecuencia de ningún trabajo, y lo mismo podemos decir de toda clase de cosas que somos o tenemos sin que tales bienes nos hayan costado una sola gota de sudor, porque están en nosotros sin ningún cultivo, como los hongos que nacen solos en todos lados sin que nadie los llame.

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Por tanto, quienes por derecho deberían ser objeto de halago son, por contra, quienes no nacieron como son; y que ahora son como son gracias a su esfuerzo y lágrimas, cosas que las personas que nacen siendo como son, no conocen ni advierten nunca. Tal como pasa con los hijos de los ricos, que nacen llenos de oportunidades: en ellos, pocas cosas son dignas de elogio ya que no tienen que hacer mucho para lograr una vida estable y exitosa. Obviamente la cosa es otra cuando los pobres dejan de serlo o acceden a la clase media.

Ergo, se entiende por qué en cierta época del pensamiento humano, algunos pensadores llegaron a decir que los hombres eran mejores que Dios; ya que ellos llegaban a ser lo que eran gracias a sí mismos, lacerándose las manos y pies y muchas mutuamente para lograr la civilización, el pensamiento, la ciencia y el resto de perfecciones adquiridas; mientras que Dios llegó a ser lo que es sin pena y, por tanto, sin gloria. Él, Dios, en consecuencia, no merecía halagos por ser bueno, ni sabio ni fuerte.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Mi terrible experiencia con la Policía Federal

Hace unos años trabajé como revisor en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Un revisor es el encargado de inspeccionar tanto a los pasajeros como a su equipaje, con el fin de evitar que transporten cosas ilegales.

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Un buen día mi jefe inmediato se acercó a mi lugar de trabajo y mientras señalaba con el dedo en dirección de dos de sus jefes, los cuales estaban acompañados de otras dos personas que yo no conocía, me dice que me presente con ellos. Eso hice. Al llegar con ellos me indicaron que los siguiera. Salimos en dirección a las instalaciones donde los revisores guardábamos nuestras pertenencias. En el camino pensé que la cosa se relacionaba con el hecho de que había yo tomado la costumbre de faltar continuamente al trabajo y que muy probablemente se habían cansado de mí y era quizá hora de terminar la relación laboral.

Justo antes de llegar a las instalaciones mencionadas nos detuvimos en el patio, enorme como se pueden imaginar. Los dos desconocidos comenzaron a hablar directo con mis superiores indicándoles el motivo por el cual estábamos todos ahí. Me iban a llevar detenido porque era presunto responsable de un crimen relacionado con la delincuencia organizada.

En el post anterior escribí mi experiencia con la sola idea de ser inculpado falsamente por las autoridades. Bueno, pues en el AICM no se trató de ninguna idea, era la realidad, me estaban inculpando, me estaban asociando o queriendo asociar con un crimen de verdad.

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Uno de los federales me esposó. Yo estaba congelado. No dije una sola palabra, nada, como si todo eso fuera un terrible sueño, uno de esos en los que por alguna razón no puedes golpear a tus agresores, uno de esos donde no te puedes mover ni correr ni nada. Se ubicaron los federales uno a cada lado mío y sujetándome de los brazos me llevaron hacia la salida principal, aquella por donde salen los pasajeros no los proveedores ni trabajadores.

Justo en la entrada del AICM estaba estacionada una camioneta, Suburban, según recuerdo. Me subieron y uno de los federales condujo a toda velocidad como si nos estuviesen persiguiendo. De pronto una patrulla se puso enfrente y no nos dejaron pasar; pensé que me estaban secuestrando y que la policía de la Ciudad de México de alguna manera milagrosa había llegado a salvarme. "Por favor, que la policía me baje y me saque de este embrollo", me dije a mí mismo. El federal se bajó, intercambió 3 palabras con la policía y ésta se hizo a un lado. Mis captores retomaron nuevamente el camino. De inmediato comenzaron a mostrarme una serie de fotografías preguntándome a quiénes de ahí conocía. No conocía a nadie. Las fotografías eran del aeropuerto.

Yo sólo pensaba que ojalá la camioneta se dirigiera a una institución gubernamental y no a un lote baldío. Estaba seguro que si me llevaban a las oficinas de una institución del gobierno todo se iba a aclarar porque no era yo ningún criminal, y en verdad esperaba llegar a tales oficinas y no comenzar a ver despoblado, porque en este último caso probablemente me habían confundido con otro e iban a matar.
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Finalmente llegamos a las oficinas de la que entonces se llamaba Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO). Ahí me explicaron todo: dos de mis compañeros revisores estaban coludidos con un pasajero para que éste pasara con una maleta llena de dinero. Me mostraron un video del momento en que uno de esos revisores delincuentes parecía haberme dicho algo a mí. Si la SIEDO fue por mí, fue para asegurarse que yo no hubiera tenido nada que ver con ese crimen.

El cuento es bastante largo, pero, y ya para terminar, les digo que me dejaron ir como a eso de la una de la mañana del día siguiente, pero no antes de que me carearan con uno de los dos revisores que al parecer habían capturado recientemente. Era una chica. La recuerdo bien, lloraba por el asunto en el que estaba metida. Me miró de frente y los federales le preguntaron si me conocía. Contestó que no. Estaba destrozada, iba a parar años en la cárcel por una tontería como esa.

domingo, 10 de diciembre de 2017

A dos pasos de ir a la cárcel

Hace unos años tenía la costumbre de buscar fondos de pantalla para mi computadora, wallpapers que iluminaran mi escritorio y motivaran mi trabajo diario. Si estos fondos hubiesen tenido como temática la naturaleza salvaje o los autos, nada tendría hoy que escribir aquí, pero la temática fue más bien el contenido adulto, y eso fue causa de la siguiente pesadilla.

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Cuando se explora en internet por pornografía lícita, cosas normales como imágenes de mujeres desnudas, los buscadores de alguna manera encuentran el modo de dirigirte a lugares con contenido que uno no busca, como sitios de pedofilia u otras cosas igualmente desagradables.

Existen sitios porno que hacen ver a las actrices como menores de edad, aunque realmente son mujeres adultas que, por trabajo, se prestan a juegos fetichistas. Puesto que ya tenía conocimiento de sitios como estos últimos, una vez accedí a un website que me pareció ser de la misma clase; pero una vez ahí, pensé que o bien esa página había hecho un muy buen trabajo maquillando a las mujeres para hacerlas ver como menores de edad, o bien esas mujeres eran realmente menores de edad. Ante la duda, abandoné el lugar y cerré la ventana de inmediato, intentando no infectarme de nada.

Días o semanas después recibí un email de la Procuraduría General de Justicia de mi país en el que se hacían patentes datos que parecían identificarme, como la IP de mi computadora, mi ubicación y el navegador desde el cual había yo accedido a un sitio de pornografía infantil. ¡Oh, Dios!, mis ojos nunca se abrieron tanto como ese día ante la negra sorpresa a la cual me enfrentaba en ese momento. El correo comenzó a hablar de cárcel y de hórridas consecuencias penales. Para ese momento mi corazón ya palpitaba como pelota.

Entonces me dije: "¡Yo no voy a ir a la cárcel, yo no!"; y comenzaron a pasar toda clase de ideas tenebregosas por mi mente, como que la polícia estaba a 3 segundos de manotear la puerta de mi casa para determe; y continuaba repitiéndome una y otra vez: "¡Yo no voy a ir a la cárcel, yo no voy a ir a prisión!", como si en verdad hubiese cometido un delito.

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Mi locura llegó a tal grado, que en mi cabeza entró la idea del suicidio: yo prefería mil veces morir que ir a parar a una prisión mexicana donde seguramente terminaría como carne desecha, sin humanidad, sin dignidad.

De pronto, no sé cómo, en un momento de tenue lucidez comencé a ver cosas raras que antes no veía, que increíblemente no percibía: como que algunas palabras del email estaban en inglés, o como el hecho de que el Estado me pidiera hacer un depósito en un OXXO si en verdad yo quería evitar este terrible embrollo.

Finalmente, después de 5 minutos de terror pánico, de un miedo paralizante, caí en la cuenta que ese mensaje era una tontería, una farsa, una burda extorsión.

Todos tenemos miedo y está bien, es normal. Pero lo que no puede pasar es que ese miedo nos ofusque la mente al grado extremo y estúpido en que me pasó a mí, que si bien no me orilló a realizar ninguna tontería, sí me hizo pensar muchas.

domingo, 3 de diciembre de 2017

La reencarnación, muy probablemente sólo es un cuento chino

¿Volver a nacer? ¿Pero por qué? A ver, veamos esto con ojos un poquitín más acusiosos. Antes de afirmar o negar la existencia de la reencarnación, ésta presupone varias cosas bastante espinozas. De buena gana, uno podría pre-aceptar una cosa espinoza de vez en cuando, como a Dios, pero aceptar 2 ó más a la vez, es ya presuponer demasiado.

Reencarnar presupone:
  1. La vida después de la muerte
  2. La existencia de un mundo espiritual
  3. Un principio que establece las reglas de la encarnación
Crestomatía: http://elvasomediolleno.guru
Es decir, al creer en la reencarnación concedemos que el alma o espíritu humano sobrevive a la muerte; que el espíritu permanece un tiempo indeterminado en un lugar hasta que renace en otro cuerpo; y que, finalmente, hay algo ahí (quizá Dios) que establece las leyes que regulan dónde y cuándo el alma ha de volver a nacer.

Uno podría comenzar a dudar del renacimiento cuando éste presupone que la mala conducta de una persona la hace acreedora, a modo de castigo, de reencarnar en otra persona con un destino lleno de fatalidades y pobreza, o incluso de reencarnar en un animal horrible, como una rata, carente de toda conciencia.

Crestomatía: http://forosdelavirgen.org
Si la reencarnación tiene como principio el castigo o el premio por las acciones cometidas en una vida, ¿qué sentido tiene castigar a una persona cuando ésta no tiene ni la menor reminiscencia de conciencia de por qué está siendo castigada o premiada?

Yo, por ejemplo, no tengo ningún recuerdo que me haga sospechar siquiera que he vivido otra vida además de la que tengo actualmente, y estoy seguro que la mayoría de la gente está en mi misma situación. En este contexto, suponiendo que varios de nosotros hemos reencarnado en nuestras vidas actuales, hemos sido castigados/premiados por cosas que no reconocemos haber hecho, como cuando se castiga a un perro por haber orinado la alfombra, pero 3 horas después: el perro ni idea tiene de por qué está siendo castigado. En este aspecto, ¿tiene sentido, en verdad, tiene sentido la reencarnación si al renacer se nos quita toda la conciencia de nuestra vida anterior?

Lo dejo ahí para comenzar a charlar, no sean tímidos, hablen, comentemos este tema.