domingo, 17 de septiembre de 2017

El cielo seguro es tan malo como la tierra de los vivos

Demos por hecho que existe la vida después de la muerte, no se hablé más..., y para ir a donde queremos, demos también por cierto que nuestro espíritu de algún modo va a parar a un cielo, nada más y nada menos que frente a la presencia de Dios.

Crestomatía: https://www.paraloscuriosos.com
Según la teología cristiana (pensando de un modo que no pretende ser erudito ni exegético), a excepción de unos casos, todo mundo va a parar a ese lugar.

Si no sucede nada fantástico durante o después de la muerte, nuestro espíritu, es decir, nosotros mismos, seguiremos siendo justo y exactamente los mismos que cuando estábamos vivos, a saber, espíritus que traen consigo ideas intolerantes y violentas, espíritus insidiosos, que traicionan, que humillan... Y así como somos, seres descompuestos, auténticos detritos humanos, nos vamos a parar frente a Dios, y éste nos ofrecerá un lugar en el reino de los cielos.

¡Pero qué desvergüenza es ésta! ¡Ofrecer el reino celestial a animales sin honor como nosotros!

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¿Qué clase de Dios puede permitir a seres como nosotros entrar a su reino? Por más lleno de bondad que tuviera en el corazón, es un auténtico despropósito trascender al hombre en el cielo. El cielo, por tanto, no debe ser ningún paraíso. El cielo en este sentido no debe tener mucha diferencia con la Tierra de los vivos: un lugar donde los hombres se traicionan y humillan todo el tiempo, donde se discriminan y faltan a su palabra, igual, igualito que en el mundo de los vivos sólo que allá no habrá forma de escapar para salir de nuestro dolor, porque ya no tendremos cuerpo.

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¿Que al llegar al reino de los cielos seremos purificados de toda suerte de vicios? Esta fantasía teatral no entiende que al purificar los espíritus, éstos serían despojados de gran parte de lo que son, y por tanto debemos entender que la condición que los espíritus humanos debemos cumplir para acceder al reino de Dios, es dejar de ser nosotros mismos, convirtiéndonos en algo que no somos ni hemos sido jamás.

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