domingo, 25 de junio de 2017

Los animales que hablan

Hace poco me encontré con lo que ven ustedes en la siguiente fotografía, que tomé en un parque de la CDMX. Como se observa, en la imagen se representa justo y nada más, lo que parecen ser todos los adolescentes, personas que llegan a los 13-17 años de edad sin la capacidad de diferenciar la letra b de la v, incluyendo acentos y otras cosas que ustedes conocen bien.


Aristóteles, un pensador ilustre de la Grecia clásica, llegó a hablar de las personas comunes como animales que hablan, y vaya que los adolescentes parecen eso, y sobre todo los que forman pandillas de barrio, polillas ambulantes que andan por aquí y por allá, pintarrajeando muros y embriagándose cada fin de semana, obligando a medio mundo a preguntarnos cómo en esas condiciones pudieron lograr hacerse del habla para comunicarse.
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Desde Aristóteles a la fecha, al parecer, el grueso de la gente parecemos ser la misma, como sacados todos del mismo molde: seres humanos dispuestos a pasarnos la vida satisfaciendo nuestro cuerpo en detrimento de lo que en principio nos debería hacer hombres: el pensamiento. Precisamente por esto, Schopenhauer (otro pensador pero esta vez alemán), dijo una vez que los hombres son más o menos los mismos pobres diablos en todos lados.

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Y según parece, para no variar, el destino se encargó de amontonarnos todos en México, ya que doquiera que volvamos la vista, encontramos nuestras propias huellas, las de personas que evidencian carencia de la mínima instrucción académica, el mínimo de honor y el mínimo de vergüenza. Pero eso sí, el máximo de toda clase de vicios y gustos bajos como el futbol y otros peores que ahora no puedo nombrar.





domingo, 18 de junio de 2017

Secundaria Técnica 17 "Artes Decorativas"

Secundaria Técnica 17

Allá en el año 1992 de la era de nuestro Señor, entré a la Secundaria en la escuela técnica 17 "Artes Decorativas". Recuerdo que fue la época en que los microbuses tenían poco tiempo de haber visto la luz en el hoy ya desaparecido y malhadado Distrito Federal.

Fui generación 1992-1995... Han pasado ya 25 años después de mi primer día de clases..., 25 años. Tengo infinidad de anécdotas que contar de esa época que hoy miro hacia atrás con verdadera nostalgia.

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Recuerdo a todo mundo, incluso sin rencor a quienes me hicieron pasarla mal. En una ocasión, en la clase de Educación Física un compañero maldoso me bajó el short echándose a correr en el acto, y todos reían a carcajadas mientras yo cubría rápidamente mi vergüenza... Nunca alcancé al niño endemoniado, y aunque en ese momento quise matarlo, hoy no guardo de todo ello más que un recuerdo amable y gracioso.

De mi época de alumno, desde el jardín de niños hasta la Universidad, no guardo aprecio por nada ni por nadie sino por mi escuela Secundaria. ¿Dónde están mis compañeros? ¿Qué les deparó el destino? No lo sé. Pero tanta es mi mala suerte que es probable que mi generación se reúna periódicamente a mis espaldas mientras yo hago el ridículo aquí escribiendo este post añorando esos que fueron para mí los años maravillosos.

Mi generación (1992-1995)
Sin importar lo que hoy pase a mis espaldas, dónde se encuentren mis compañeros y que el tiempo inmisericorde se haya tragado la única época que guardo con aprecio, sólo puedo terminar este post con una frase de Woody Allen con la que no puedo más que coincidir: yo era feliz, y no lo sabía.

...Hoy en día, cuando de vez en cuando paso frente a la que fue alguna vez mi escuela, exteriormente nadie podría notarme nada. Pero por dentro sonrío y me alegro como si fuera hoy tan feliz como antes, mientras un nudo comienza a formarse en mi garganta ocasionado por la verdad: que esa época se fue, que se la tragó la historia y que seguiré atrapado hasta la muerte en el presente que ya nada tiene que ver con el patio, pupitres y salones de mi escuela Secundaria.

domingo, 11 de junio de 2017

Todos somos malos, a nuestra manera

Es ordinario pensar que las personas malas son sólo aquellas cuya conducta está tipificada como ilegal en las leyes del país donde residen; y por ende, es común sostener que la mayor parte de las personas son lo contrario, buenas, buenas cómo una manzana, dignas del cielo que nos depara nuestro honroso comportamiento.

Francamente no sé cuál sea la razón de fondo de por qué  la gente piensa tal cosa, cuando todo parece indicar justo lo contrario.

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Admito que la mayoría de nosotros no cometemos delitos tipificados como tales por las leyes. Ahora, sin hablar de cuáles sean la razones de por qué las personas no cometen tales delitos (porque seguro no se deberá al buen corazón de cada quien), sí es seguro que todos nosotros somos unas veces insidiosos, otras veces mezquinos, otras más traidores, algunas otras desagradecidos, a veces deshonestos, tramposos, violentos, intolerantes, irrespetuosos, imprudentes, desleales, mentirosos, etcétera.

Pero entonces, si somos así, traidores, deshonestos, etc, ¿cómo podríamos ser buenas personas? Es decir, que no seamos delincuentes no implica que no seamos malas personas; y si nadie es lo suficientemente ingenuo ni obcecado, entenderá que todos somos personas malas a nuestra manera: hoy no seremos traidores ni insidiosos, pero sí intolerantes y con odio en el corazón..., y si hoy no somos esto último, seguro manifestaremos otro vicio, y luego otro y otro.

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Finalmente, podría alguien replicar: se puede decir justo todo lo contrario. Esta réplica es buena, porque sí, sin duda, se puede argumentar todo lo contrario, a saber, que pocos son los santos en el mundo, pero la mayoría es unas veces honesta y otras leales, etc. Si bien ésta réplica es razonable, el problema del que adolece es que siempre se puede preguntar: ¿cuáles son los motivos por los cuales la gente que es respetuosa y honesta con sus semejantes?

Por desgracia esta pregunta parece que no puede responderse con nada halagüeño; y para decirlo de una forma absolutamente elocuente, me gustaría contestarla con una frase lapidaria formulada por Tomas Hobbes: el hombre tiende a la paz por temor a la muerte. ¿Se entiende? ¡Por supuesto que sí!

domingo, 4 de junio de 2017

La libertad no lo es tanto

A nivel popular todo mundo entendemos por libertad la capacidad de pensar y/u obrar sin que nada ni nadie nos limite. Dicho de otra manera, pensamos que la libertad es hacer lo que queremos, punto. En la medida que efectivamente obramos o no conforme nuestra voluntad, entonces decimos que somos o no libres.

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Pero la libertad, así pensada, está muy pero muy lejos de ser una capacidad que no está limitada. Veamos, si la libertad es obrar conforme nuestra voluntad o de acuerdo a lo que queremos, entonces hay que preguntarse: ¿cómo llegamos a querer lo que queremos?

Si resulta que lo que queremos es resultado de un proceso totalmente determinado, uno en el que nosotros no tenemos ninguna decisión, entonces tendremos que definir a la libertad como la capacidad de obrar según lo que queremos determinadamente.

Las pasiones y sentimientos llegan a nosotros de una manera totalmente ajena a nuestra voluntad, llegan a nosotros sin nuestro consentimiento, cuasi maquinalmente. Lo que implica, por ejemplo, que cuando odiamos o amamos no sentimos eso porque así queramos, porque el amor y el odio saltan en nosotros como los brotes de una planta saltan en la tierra, sin quererlo (ver más sobre esto en este otro post).

Crestomatía: https://objetivismo.org/wp-content/uploads/2011/05/Determinismo.jpg

Ahora, puesto que llegamos a querer lo que queremos a través de un proceso visiblemente cerrado y determinado, sin aviso de la mínima luz de libertad y decisión, entonces podemos confirmar lo dicho: que la libertad no lo es tanto (si entendemos que ser libre consiste realmente en obrar según pasiones y sentimientos determinados que nacen como plantas en nuestro espíritu).

Sin duda que ante esto cualquiera​ podría replicar: No importa que las pasiones nazcan en nosotros de una manera fija y determinada, cuando obramos lo hacemos decidiendo libremente y sin limitaciones de acuerdo a lo que sentimos.

Crestomatía: http://diario16.com/wp-content/uploads/2017/03/libertad-tres.jpg

Pero entiendo que esta réplica, por supuesto, es totalmente falsa según lo dicho: porque las decisiones se basan siempre en aquello que queremos y sentimos: la decisión que tomemos será siempre aquella basada en el sentimiento que haya tenido más fuerza determinante dentro de nosotros.

Para terminar, aunque no estemos de acuerdo con lo que aquí se presenta, sin duda tenemos que pensar en este asunto que es importante, y sopesar al menos la idea de que en nuestro ser hay mucho más de máquina que de un ser realmente libre.