La literatura sin duda refleja el pensamiento y conducta de la sociedad en que vive el escritor, así que no podemos pensar que una novela de pura ficción es sólo eso, ficción, cuando realmente podemos encontrar mucha realidad en ella. Y si bien la realidad a la que nos referimos no está relacionada con la trama en sí misma, sí lo está en el contexto, en el ambiente, como en el siguiente caso.
Hace tiempo leí
Ana Karenina de Tolstoi, y francamente es de sorprender cómo en esa época el matrimonio y la infidelidad tomaban un papel importantísimo en la sociedad rusa decimonónica, y seguramente en toda Europa y para acabar en cualquier lado. Tanto, que Tolstoi hizo que el personaje principal, Ana Karenina, padeciera innumerables fatigas a causa de algo que hoy es, sin duda, una de las cosas más intrascendentes a nivel público con las que nos pudiéramos encontrar: tener un amorío, es decir, fuera del matrimonio.
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Que una mujer descubierta en su infidelidad era algo terrible a los ojos de la opinión pública, lo manifiesta también otro escritor (éste no de ficción sino de pensamiento crítico), llamado Friedrich Engels, que llegó a escribir:
Lo que es para la mujer un crimen de grave consecuencias legales y sociales, se considera muy honroso para el hombre, o a lo sumo como una ligera mancha moral que se lleva con gusto.
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Pero el mundo gira, y a veces bastante, tanto, que hoy en día la infidelidad en una mujer sigue siendo una fuente de problemas, por supuesto, pero el asunto normalmente no alcanza proporciones tales como para que la opinión pública orille a nadie al precipicio terrible del suicidio. Ana Karenina terminó muerta gracias a la presión pública sobre el tema de su amorío, cosa que no deja de sorprender hoy en el siglo XXI, cuando la cosa, al menos vista desde donde yo la veo, no deja de ser una tontería que debería culminar con una separación amistosa y cada parte a seguir buscando lo que necesita..., que la vida está llena de oportunidades (y
desoportunidades, claro).
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