domingo, 9 de octubre de 2016

Las razones mezquinas del racismo

Entiendo que el origen de la xenofobia y racismo contra los mexicanos en Estados Unidos no tiene ninguna relación con temas de seguridad o cuestiones económicas, sino con la incongruencia entre los valores estéticos de unos y otros.

Como todo mundo dice, México es muchos Méxicos. No todos los mexicanos somos iguales, y en cuestiones estéticas, también. Muchos tenemos rasgos faciales cuasi caucásicos, que son los mexicanos que admiten en castings de televisión para comerciales de refrescos que extrañamente se ostentan como muy mexicanos. Otros tienen rasgos latinos pero estilo portugués o español, y muchos otros tienen rasgos bastante rudos y toscos, más bien indígena.

La figura mexicana a la que tiene acceso el pueblo estadounidense, que son las personas que cruzan la frontera arrastrándose entre las piedras como animales, no son nunca los que tienen rasgos cuasi europeos. Son las personas que tienen rasgos faciales rudos, indumentarias baratas y de mal gusto. La figura mexicana a la que tienen acceso los estadounidenses dista en mucho de asemejarse y menos aún confundirse con la figura caucásica o europea.

(Crestomatía. Imagen obtenida de http://www.animalpolitico.com/2014/08/scjn-desecha-solicitud-para-pronunciarse-sobre-detenciones-de-migrantes-en-mexico)

Los emigrantes irlandeses que llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX eran europeos, blancos. Si bien también sufrieron racismo, no les llevó mucho tiempo ser asimilados por el pueblo estadounidense. A principios del siglo XX los irlandeses ya se habían asimilado exitosamente. Es decir, les tomó cosa de un siglo. Con los afroamericanos y asiáticos la cosa ha sido distinta, y no se diga con los mexicanos.

¿Por qué los irlandeses se asimilaron tan rápido, no así los afroamericanos y mexicanos? Tengo la impresión que su apariencia física permitió perfectamente esa asimilación. Es decir, los irlandeses podían ser abarcados por la mente del estadounidense caucásico. En un palabra, porque el estadounidense podía comprenderlos estéticamente. El mexicano, así, resulta incomprensible. El mexicano resulta un auténtico otro, un extraño que incluso atenta contra los valores estéticos estadounidenses con sus ropajes de vagabundo, sus rostros que asemejan a los simios y que parecen no servir para otra cosa que ejercer labores de limpieza, del campo o de restaurante.

Si acaso hay algo de razón en esto que ponemos en la mesa para una charla de café, ¿tal cosa nos parece horrible, detestable? No, no nos parece. Y los que digan que sí, probablemente lo digan sólo de dientes para fuera. ¿Cuántas veces no se ha visto a los propios mexicanos (por ejemplo a los de la CDMX) acosar con una mirada intrusiva y morbosa, a una muchacha indígena dentro de un centro comercial, digamos ubicado en La Condesa o Polanco?

Entonces, ante la pregunta, ¿por qué la figura mexicana es objeto de racismo por cierto grupo de estadounidenses? La respuesta es, en parte, por las mismas razones de por qué son racistas los mexicanos contra otros mexicanos que no comparten sus mismos valores estéticos.

Si una chica indígena oaxaqueña llega a la CDMX y se le ocurre entrar a una tienda de moda o a un centro comercial en Polanco, vistiendo ropa económica y acaso de mal gusto, pero principalmente portando esos rasgos faciales que distinguen a la gente indígena, va a ser observada y tratada con desprecio por una parte de los circunstantes, incluso por los mismos empleados que acaso tengan como mayor mérito en la vida haber ingresado como asalariado en ese centro comercial.

Ante lo cual es lícito preguntar: ¿por qué esos empleados, humildes dependientes de una plaza comercial, se atreven a expresar una conducta racista contra una pobre chica indígena oaxaqueña?

Si el dependiente fuera honesto, nos diría: Si la discrimino no es porque yo tenga más nada que ella, o porque sea mejor que ella, sino porque no se parece a mí, porque no se viste como yo, porque es fea como un animal.

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