Al principio contuve mis ganas de escribir, deseaba publicar cada tres días o menos. Pero dado que sabía de la existencia de otros blogs que comenzaban escribiendo mucho y luego se cansaban, decidí que mis posteos debían seguir un orden hebdomadario, con el único fin de no cansarme. ¿Pero qué pasó? ¿Dónde quedaron mis ánimos, mis ansias blogueras? Pues me di cuenta que la gente difícilmente me leía, y quienes lo hacían, leían rapidito, en cosa de 30 ó 40 segundos, y sólo unos cuantos se tomaban unos cinco minutillos para leer uno o dos posts de manera, digamos, concienzuda.
¿De dónde saco estos números? De Google Analytics, claro está. Ante esos números tan decepcionantes, poco a poco fue disminuyendo mi interés por el blog, y más cuando veía que ni las moscas se paraban en el área de comentarios. Vamos, ¡ni siquiera en la bandeja de spam llegaba nada, ni un comentario fake, ni uno solo!
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He soportado el desplante de la comunidad internauta desde hace casi 3 años. No es de extrañar que escriba cada vez menos. Obviamente una de mis principales motivaciones era ser leído, ser tomado en cuenta, reconocido. Hace mucho tiempo, Francis Bacon escribió un ensayo titulado De la alta posición, en el cual habla de la gente que no se aguanta a sí misma y por ello la vida privada le disgusta, por lo cual siempre se le ve rodeado de gente, encontrando su felicidad entre los otros, en los comentarios de los demás. Cuando leí tal cosa, dije, sí, malditos esos miserables en que no se encuentra nada valioso y por ello tienen que salir afuera a encontrar lo que les falta..., y mírenme ahora, comiéndome mis palabras. Obviamente podría decir algo más para defender mi posición, pero no lo haré ya que, sin duda, hoy he escrito suficiente.
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