Ahora bien, evidentemente el arrepentimiento es sin duda una muestra positiva del corazón de una persona. Sin embargo, ¿qué es exactamente lo que pide el espíritu de un hombre arrepentido cuando chilla suplicando por el perdón?
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Lo que está pidiendo es que se le otorgue paz después de haber cometido un crimen, una bajeza moral. Después de solazarse en la ejecución de un delito, después de ganar dinero o cualquiera otra miseria mundana obtenida al arruinar la vida de una persona como tú o yo, quiere que ésta le dé aún más de lo que ya le dio por fuerza. Este más es el perdón.
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Reitero, nadie pone en duda que el arrepentimiento sea un signo evidente de calidad moral; pero visto desde cierta perspectiva (quizá la de un hombre resentido y amargado), el arrepentimiento resulta un signo humano bastante acerbo, difícil de tragar, en vista de que quien ahora se arrepiente quiere volver a ganar después de haber ganado ya con su maldito crimen.
Crestomatía. http://www.samael.org/idiomas/espanol/paginas/5_respondiendo_inquietudes/10-Sobre-el-sufrimiento/img/sufrimiento.jpg
El arrepentimiento, y con esto termino, no deja de ser algo encomiable; pero tampoco deja de chocar un poco cuando se observa que tal sentimiento libera a una mala persona de sus cadenas; y más enojoso resulta cuando se piensa que el arrepentimiento muy probablemente no busca nunca apagar el dolor de aquella persona a quien se hizo sufrir, sino apagar el propio sufrimiento por el crimen cometido. Lo cual nos hace recordar uno de los pocos pasajes realmente llegadores y que motivan el llanto de quien ha leído alguna vez a Platón:
A mí también, y contra mi voluntad, caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo.Fedón se expresó así ante los últimos momentos de la vida de Sócrates, y el mismo principio intentamos expresar aquí: el malvado ruega por el perdón, pero no por aminorar el sufrimiento de su víctima sino por libertarse a sí mismo del dolor que, gracias a Dios, bien se merece.
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