domingo, 5 de febrero de 2017

El progreso moral es más falso que un cuento chino

¿Realmente somos mejores personas, moralmente, hoy que hace mil años o más atrás? Uno podría argumentar el progreso moral mencionando prácticas aborrecibles hoy ya caducas, como la esclavitud y prohibiciones de todo tipo a las minorías.

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Podemos echar sobre la mesa ejemplo tras ejemplo en pro y contra sobre este asunto para intentar zanjar este asunto, pero esto nunca sirve porque siempre se encuentran ejemplos que satisfagan a una como a otra parte. Yo quisiera poner sobre la mesa una idea que nos haga pensar un poco sobre si los avances positivos en la historia verdaderamente encuentran su razón de ser en la bondad del corazón humano, o en otra cosa.

En la República, Platón expone la idea de que nadie en sus cabales intentaría volverse administrador de lo público, ya que nadie quiere echarse encima todos los problemas que achacan a una sociedad entera. Sin embargo pasa todo lo contrario, desde los griegos (por no irnos más atrás) hasta el día de hoy: todo mundo quiere acceder a la administración pública.

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Ahora, naturalmente, si los cargos públicos no tuvieran remuneración (como el mismo Platón sugirió ahí mismo en la República), ¿veríamos esos maratones publicitarios, declaraciones infamatorias y toda la bola de populismo que no para durante un proceso electoral? Evidentemente no, porque a nadie le interesa ingresar al servicio público para hacer el bien a los demás a costa de su propia salud mental y el suplicio que deviene de un cargo lleno de responsabilidades y presiones.

En este sentido, supongamos que durante un proceso electoral un partido político bien conocido por sus prácticas corruptas promueve posibles iniciativas de ley que, si llegaran a realizarse, culminarían en un verdadero bienestar para la población. Ahora, tales iniciativas de ley (ahora leyes aprobadas), no encuentran ni encontraron su causa nunca en el corazón sensible y probo de los partidos políticos, sino en el lado más perro y mezquino que tenemos los seres humanos.

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Dicho lo anterior, y con esto termino, habría que pensar un poco en qué exactamente encontrarán su causa la abolición de la esclavitud, el voto de las mujeres, el derecho al aborto, etcétera, etcétera. En muchos casos, seguro, la causa se encontrará en presiones políticas, demagogia, pagos a la sociedad por el voto concedido u otras razones igual de encomiables.

Eso por un lado, desde la perspectiva general, hablando de instituciones y ciudades. Pero hablemos ahora de lo particular. ¿Las relaciones entre vecinos, conocidos o intrafamiliares son ahora más decentes y probas que por ejemplo hace 2,500 años?

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La literatura no es del todo ficción, la literatura expresa el sentir de los pueblos y las pasiones de las personas, y en este sentido la literatura se asemeja a los sueños: son cosas que pasan siempre, sólo que no en el momento en que las soñamos o leemos en un libro.

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Así, Sófocles nos cuenta cómo eran las relaciones interpersonales entre los griegos hace milenios. ¿Y cómo eran según la literatura sofocliana? Llena de traiciones, infamias, asesinatos... Lo mismo podemos decir de las obras de Plauto, las comedias de Molière, etc. Si esta hipótesis es razonable (de que la literatura en general evidencia las prácticas inmorales comunes de la época, que en resumen, son más o menos las mismas cualquiera sea la época de que se hable), la calidad moral del ser humano parece ser ahora la misma que hace mil años y desde siempre.

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